La inspectora Cosculluela continúa su vida y en ella se mezclan la familia, su amiga y quizá algún pretendiente.
La frustración de un cadáver sin nombre, o la esperanza de que una persona en coma inducido pueda volver a la vida y darle pistas sobre quién quería matarlo la conducen por caminos laberinticos con sorpresas más allá de la capital aragonesa, incluso con conexiones europeas.
Todo ello salpicado de situaciones impensables en una ciudad como Zaragoza, justo en el final de siglo, donde la gente sigue su camino con la esperanza puesta en el nuevo milenio.