El ruido de las ambulancias en la calle, el acelerar de los coches y la música, siempre muy alta en los apartamentos con sabor a salsa, corrido y merengue, no daban para la sinfonía del silencio o el descanso espiritual. Eran esos los sonidos automáticos de cada noche en el alto Manhattan, en Washington Heights.
[...] Fue por eso que Alcibíades y Ramona no escucharon el grio desgarrador de su hijo. Un niño de tan solo un año que ese instante era pasto de las ratas. Aquel grito desgarrador del niño quedó suspendido en el aire como una nota sorda de este aquelarre moderno.....